En un ambiente solemne y de profunda tradición, los 133 cardenales electores iniciaron este martes el Cónclave para elegir al nuevo Papa, sucesor de San Pedro y líder espiritual de más de mil 400 millones de católicos en el mundo. La ceremonia se llevó a cabo en la Capilla Sixtina, donde los purpurados, procedentes de 70 países, prestaron juramento colectivo e individual sobre el Evangelio, comprometiéndose a cumplir con fidelidad el Munus Petrinum, es decir, el deber de elegir al próximo Pontífice.
Como marca el protocolo, los cardenales rezaron previamente la Letanía de los Santos y luego fueron aislados completamente del mundo exterior. A las 17:45 horas locales, se desactivaron las señales telefónicas dentro del Vaticano, se entregaron los celulares y se bloqueó la cobertura alrededor de la Santa Sede para garantizar el secreto absoluto del proceso.
El Maestro de las Celebraciones Litúrgicas Pontificias ordenó la salida inmediata de todos los presentes ajenos al Cónclave, dejando únicamente a los cardenales dentro de la Capilla Sixtina. Está previsto que la primera votación se realice en las próximas horas. Si no se logra un consenso, se espera que el humo negro —símbolo de que no hay Papa— salga por la chimenea instalada sobre la Capilla alrededor de las siete de la tarde.
En caso de no alcanzar un resultado, los cardenales se retirarán a descansar y retomarán las votaciones el jueves, con un máximo de cuatro rondas diarias: dos por la mañana y dos por la tarde.
Aunque algunos purpurados manifestaron su deseo de un Cónclave breve, la historia reciente sugiere lo contrario. En el último siglo, el número de votaciones necesarias ha variado entre tres y catorce. Juan Pablo I fue elegido en la cuarta votación en 1978; su sucesor, Juan Pablo II, necesitó ocho rondas; y el Papa Francisco fue elegido tras cinco votaciones en 2013.
La Iglesia y el mundo aguardan ahora la aparición del humo blanco, señal de que hay nuevo Papa.
